Ángela Leiva: “Después de que mi mamá murió yo la seguía viendo entre el público; me miraba y desaparecía”

A fuerza de varias batallas se ganó un lugar destacado en la movida tropical. Hoy brilla en el «Cantando 2020″, prepara su show por streaming, y disfruta del amor. Además en esta charla imperdible habla de la violencia de género que vivió, el peso de mantener a la familia y el machismo en la industria.

Ángela Leiva: “Después de que mi mamá murió yo la seguía viendo entre el público; me miraba y desaparecía”Tuve que entender a los golpes que esto era un negocio» cuenta Angela Leiva en exclusiva .

“Tuve que entender a los golpes que mi carrera era un negocio, y que lo era para los demás también”, dice Ángela Leiva, que aprendió que es dueña de su camino artístico, pero que debe delegar en ciertas cuestiones para que no la “machiruleen”, como dice.

La referente de la movida tropical cuenta en esta charla el calvario que vivió con su ex pareja y mánager Mariano Zelaya, a quien terminó denunciando por violencia de género. “Me sirvió de escudo hablar públicamente; de lo contrario, él todavía estaría haciendo de las suyas…”, reflexiona Ángela, que se animó a volver a apostar al amor con con uno de sus músicos.

Actual figura del Cantando 2020, Leiva admite que el contexto de cuarentena le dio la posibilidad de estar en el certamen. “Siempre giré por todo el país, así que en situaciones normales no hubiese tenido el tiempo de participar”, explica la vocalista, recientemente recuperada de Covid-19. Además, se prepara para su nuevo concierto en streaming: Mi vida en canciones el 5 de diciembre.

—¿Cómo fue estar en la movida tropical de tan chica?

—Siempre estuve muy acompañada por mi papá y me cuidaron bastante. Era “Angelita”, la que subía, cantaba y se iba a la casa. Después, paralelamente, sucedían cosas con respecto al negocio y era algo que no pude ver hasta después de unos años.

—¿Cuándo te diste cuenta que podías vivir de la música?

—Me costó mucho entenderlo porque era una niña muy inocente cuando empecé profesionalmente. Tenía 18 años cuando cobré por primera vez por lo que hacía y no tomaba dimensión. Tuve que entender a los golpes que esto era un negocio, y que lo era para los demás también. Fue traumática esa parte. Pero uno crece y aprende. Es así la vida.

—¿Qué hiciste con la plata cuando empezaste a ganar una suma más importante?

—Ayudé a mis viejos porque en una época mi papá se quedó sin laburo y mi mamá era ama de casa. Entonces, bancaba la casa: era la que llevaba el pan.

—¿Pesaba esa responsabilidad en una nena?

—Fue una mochila que costó años sacarme porque aprendí a ser muy mamá, tratando de proteger a los demás, y también me tenía que proteger a mí misma. Siempre fuimos de clase media baja, laburantes. Somos tres hermanos, y nunca hemos pasado hambre porque mis viejos siempre han resignado ciertas comidas diarias. Por ahí cenábamos nosotros y ellos no, o comíamos toda la semana lo mismo porque se compraba pollo y se hacía de chicle: se servían todas las partes. No me da vergüenza. Al contrario: es lo que me enseñó a arreglarme con lo que tengo.

—Hoy en día, ¿pudiste salir de ese lugar de ser la proveedora de la familia?

—Costó. Sigo ayudando cuando lo necesitan, pero dejé de ser esa entrada mensual que en su momento era muy necesaria.

—¿Cantar y subir a un escenario siempre te dio placer o hubo momentos más difíciles?

—Siempre. Cuando falleció mi mamá decidí seguir porque era muy fan mía. Ella se decía mi «fan número uno”. Murió de cáncer hace siete años, muy joven, a los 53. Fue un golpe durísimo. Dejé de trabajar un fin de semana y después dije: “No, a ella le encantaría que siguiera haciendo lo que amo”. Mi vieja iba a un show y no me avisaba. No le gustaba subir al escenario, y de repente miraba y la encontraba entre la gente. Después, cuando murió, mi psiquis la veía. Era un flash: estaba cantando, miraba y después desaparecía.

—¿Qué creés que significa el hecho de verla? ¿Es tu imaginación, es una presencia? ¿Cómo lo sentís?

—Sigue acompañándome desde el lugar que le gustaba: el de espectadora de su hija. Se le caía la baba como se le cae a mi viejo. Son los dos muy fans. Ese orgullo de que siempre me han apoyado en todo… No tengo nada para decir de mis viejos.

—¿Cómo está el amor hoy en la vida de Ángela Leiva?

—Estoy muy enamorada. En pareja hace dos años con uno de mis músicos de la banda, el trombonista. Un amor que nació entre mis cenizas. Estaba muy mal en la época que lo conocí…

—Venías de vivir cosas horribles de tu relación anterior.

—Horribles. Todavía estaba saliendo de ese lugar, abriendo los ojos, dándome cuenta de dónde estaba parada. Un proceso complicado. Es importante destacar que me separo porque no estaba más enamorada, y se le cae la careta y empiezo a darme cuenta de todo lo que me había pasado. Como estaba desenamorada, ya veía a mi actual pareja como una persona que me iluminaba la vida. Después pasó todo lo que pasó, esa separación traumática. Un día lo llamé y le dije: “A mí me pasa esto con vos”. Soy encaradora (risas).

—¿Por teléfono? ¿Y él qué te dijo?

—»A mí también» (risas). ¡Me tiré a la pileta porque sabía que había agua! Fue muy lindo. En ese momento me iba a Tandil a visitar a mi familia, escapándome de lo que me estaba pasando. Tenía que llamarlo por una cuestión laboral, pero aproveché y me mandé. Me fui en micro y hablamos las seis horas que dura el viaje (risas).

—¿Él se tomó un micro y se fue para Tandil?

—Es algo que todavía le estoy reclamando… Los amigos también le dicen: “¡¿Cómo no fuiste a buscarla?!”. Estaba enloquecida por volver (risas).

—¿La perimetral con tu ex sigue vigente? ¿La respeta?

—Sigue vigente, sí. Respeta la parte más gruesa: la distancia física. Ahora, con esta exposición que estoy teniendo, se frenó un poco. Para las mujeres que hemos sufrido violencia de género es importante la visibilidad. Hay que destacar, también, que me animé a contarlo. Estoy orgullosa de eso. ¡Me costó tanto! Me sirvió de escudo porque, del contrario, él todavía estaría haciendo de las suyas…

—Tuviste una valentía enorme que, también, le sirve a muchas mujeres que pueden verse reflejadas en tu historia.

—Me escribe a diario gente que pasa por esta situación. Mi mensaje es que se animen. Yo también pensaba que se me terminaba el mundo, pero lo que no sabía es que estaba sumergida en el fin del mundo. Me separo valientemente porque no lo amaba más, y más allá de todo lo que él me decía: que iba a terminar con mi carrera, que me iba a ir a pique, que iba a hacer lo necesario para que no trabaje más… Era decir: “Tal vez estoy equivocada y sí lo amo”. Te hacen hasta dudar de tus sentimientos. Él quería seguir manejando mi negocio. Fue un proceso de años darme cuenta que había sufrido violencia psicológica. Cuando pongo abogados, me ponen los papeles en la mesa y me dicen: “Ángela, acá hay algo raro. Este contrato lo tenés que cumplir, esta plata la tenés que pagar”. Todas cosas que había hecho a mis espaldas.

—No fueron solo amenazas sino que hizo cosas para dificultar tu carrera.

—Hubo un hostigamiento. Amenazas, llamadas a los empresarios para que me bajen los shows presionando con contratos y cosas que no tienen validez; asustaba a la gente. Mil cosas. Hay denuncias penales porque sucedieron robos y amenazas con armas de fuego. Cosas raras que siempre están ligadas a él y a su entorno. Pasé por todas las etapas: llorar todos los días, no querer hablar del tema. Pero entendí que tengo que ponerle el pecho a la situación y enfrentarlo. Voy a salir ganadora de todo esto. Ya lo soy, ya triunfé, ya salí de ahí.

—Cuando te pensás a vos misma presa en esa relación, ¿qué le decís a la Ángela de ese momento?

—No me culpo porque siempre fui una mina entregada y honesta. Amé de verdad. Y confié. Lo que más duele fue haber estado sometida en un mundo donde él había armado todas las piezas. Hasta los amigos que teníamos en común eran puestos como fichas. Algo muy similar a The Truman Show. Cuando lo cuento, me parece un montón.

—¿Alguien te ayudó a ver esa realidad? ¿Algún tipo de terapia, la familia?

—Hice terapia, constelaciones familiares, biodecodificación. Estuve muy bien acompañada por mis amigos y me hicieron ver. Tenían mucha información de cosas que pasaban a mis espaldas, que no me contaban porque no se querían meter, y es válido. Todo eso me ayudó a abrir los ojos.

—¿Cómo la estás pasando en el Cantando?

—Muy bien. Me benefició mucho esta cuarentena porque si no, no hubiese podido estar en el certamen. Siempre giré por todo el país, así que en situaciones normales no hubiese tenido el tiempo de participar. Estoy en un lugar donde gané una popularidad… Siempre fui conocida en mi ambiente, llevo 11 años, pero esto es otra cosa.

—Con Karina La Princesita hay una historia de rivalidad. ¿Cómo te sentís compartiendo ese espacio?

—En mi primera gala me manifestó sus molestias y pedí disculpas públicamente porque sentí que era lo que se debía hacer. No tengo ganas de estar peleándome con nadie. Me gusta ser vocera del mensaje: “Chicos, está todo bien, lo que pasó pasó”. Pido disculpas todas las veces necesarias, como siete veces ese día, ¡todo un récord! Más aún con el diario de hoy, donde todas nos hemos dado cuenta que vivimos algún hecho de violencia de género, es como decir: “Vamos a unirnos”.

—¿Hay unión entre las mujeres del ambiente tropical?

—La gente tiene la ilusión de que nosotras nos vemos siempre, nos cruzamos y nos saludamos, y eso no sucede para nada. Es un ambiente tan veloz y con una vorágine tan importante que no tenés camarines en todos los lugares donde vas. Te quedás arriba de tu vehículo y esperás. No tenemos relación ni entre los hombres ni entre las mujeres. Por ahí coincide que te encontraste en algún canal de televisión y empezás a generar un vínculo. Con La Bomba (Tucumana) recién tuve relación ahora y me parece un personaje espectacular, la amo. A Rocío Quiroz la conocía porque compartimos Pasión de sábado. A Karina la veo más ahora que en los 11 años que hace que trabajo.

—¿Hay mucho machismo en el ambiente?

—¡Uff! Está contaminado. Una se tiene que hacer respetar de alguna manera. En mi caso, nunca, ni estando con mi ex pareja ni ahora, manejo mi agenda ni dinero. Tengo gente que trabaja para eso y es un hombre, porque levantás el teléfono para hablar con un tipo artísticamente y enseguida te quieren machirulear. Soy la cabeza de mi negocio, pero tengo una persona de mi confianza, que es Carlos Varela, mi mánager, que habla todo por mí. Como mujer y como artista, es un desgaste estar peleando o queriendo poner en juego tus derechos o beneficios. Entonces, tengo gente en la cual delego toda esa parte.

—Delegás, pero la dueña de tu empresa y marca sos vos.

—¡Olvidate! Todos los días me lo digo a mí misma (risas). Como asegura el dicho: “El que se quema con leche, ve la vaca y llora”.

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